¡Hola a todos!
Tal y como
anunciamos a través de las redes sociales, os traemos uno de los post que teníamos en mente desde hace
tiempo, y que trata sobre el mercurio presente en los alimentos que consumimos,
más concretamente, en el pescado. Todos hemos oído hablar de este tema y más
vale que lo expliquemos con una buena base detrás antes que creer todo lo que
se lee por ahí sin ningún aval científico. Aquí tenéis nuestra mejor síntesis, con
tres puntos breves, claros y concisos que creemos que son más que suficientes
para haceros llegar las ideas principales y para aclarar las dudas existentes
al respecto. Como siempre, toda la información procede de referencias
bibliográficas e informes de instituciones oficiales, así como de nuestro
conocimiento personal.
¡Esperamos que os guste!
mentalfloss.com
Lo primero es lo primero: ¿Qué es el mercurio y qué problema hay con él?
El mercurio es
un metal que se encuentra de forma natural en el suelo, en el agua y en el aire,
y que se libera al medio ambiente de manera natural por la erosión de rocas y
minerales, así como por la acción de los volcanes, pero también debido a
ciertas actividades humanas, tales como la metalurgia, los procesos
industriales, la combustión de carbón, la incineración de residuos o la
minería. Tiene tres formas químicas (elemental, inorgánica y orgánica), todas
ellas tóxicas para el ser humano y que difieren entre sí en el grado de
toxicidad y en los efectos que producen sobre el sistema nervioso e inmunitario,
aparato digestivo y respiratorio, piel, riñones u ojos, entre otros. Así mismo,
la gravedad de los síntomas depende de diversos factores como la edad, el
tiempo de exposición, la dosis, el tipo de mercurio o la vía de exposición
(inhalada, ingerida, contacto con la piel o las mucosas).
Dicho todo
esto, como podréis imaginar, estamos expuestos a un cierto nivel de mercurio de
forma permanente, el cual, incluso a bajas concentraciones, puede provocar
diversos efectos nocivos en el organismo; sobre todo en personas susceptibles o
en grupos vulnerables. Pero, por increíble que parezca, la principal vía de
exposición humana es el consumo de pescados y mariscos contaminados, lo cual
supone un verdadero problema de salud pública a día de hoy.
La pregunta es: ¿Por qué contienen estos alimentos tan alta
cantidad de mercurio?
La respuesta es
igual de sencilla: bioacumulación. El
agua supone, frecuentemente, una fuente potencial de mercurio. Una vez liberado
al medio ambiente, ciertos microorganismos (como los que forman el plancton,
por ejemplo), son capaces de transformarlo en metilmercurio, la forma orgánica que ha demostrado ser la más
tóxica para el ser humano. El metilmercurio es insoluble en agua, de modo que
no puede ser excretado, por lo que se acumula en el plancton que luego será
ingerido por diversos tipos de peces y mariscos; los cuales tampoco podrán
deshacerse de él. A su vez, peces más grandes que se alimentan de los primeros
sufrirán una acumulación mucho mayor y
así sucesivamente, hasta llegar a los pescados que solemos consumir. Es decir,
los grandes peces acumulan mucho más mercurio que los pequeños porque necesitan
más alimento, simplemente. Por ejemplo, las sardinas contienen una
concentración media de mercurio de 0.084 mg/kg, mientras que el emperador (pez espada),
0.995 mg/kg, suponiendo el metilmercurio hasta el 90% de esa cantidad, según el
caso.
Modificado de agendaquímica.blogspot.com
Por mucho que
lo intentemos, el mercurio no desaparece del pescado congelándolo ni cocinándolo,
como ocurre con los famosos anisakis.
Al consumirlo, adquirimos gran parte de los depósitos de metilmercurio, los
cuales pueden llegar a provocar efectos nocivos sobre la salud.
¿Cuáles son los principales efectos tóxicos de la contaminación por metilmercurio?
Los efectos tóxicos vienen determinados, como hemos dicho al
principio, por varios factores, tales como la fuente de contaminación o el
grado de absorción y pueden llegar a ser irreversibles y muy graves. El
metilmercurio es tóxico para el sistema nervioso central y el periférico, ya
que puede atravesar la barrera hematoencefálica y acumularse en el tejido
nervioso. Tras una intoxicación prolongada pueden observarse trastornos
neurológicos y del comportamiento, pero también metabólicos y renales, ya que se ha visto que el metilmercurio puede afectar al metabolismo de la
glucosa y a la función pancreática y de los riñones. Un grupo especialmente vulnerable
son los fetos durante el embarazo y los recién nacidos. El consumo materno de
pescados y mariscos contaminados hace que se acumule este compuesto que puede atravesar
la placenta y llegar al niño, atravesando la barrera hematoencefalica y
produciendo serios daños en el sistema nervioso todavía en pleno desarrollo.
Esta exposición puede afectar a la memoria, desarrollo cognitivo,
concentración, lenguaje o a las aptitudes motoras, entre otros.
womenfitness.net
Un ejemplo muy
representativo de las graves consecuencias para la salud de la exposición al metilmercurio
ocurrió en la ciudad japonesa de Minamata entre 1932 y 1968, donde una fábrica
de ácido estuvo vertiendo en su bahía residuos con una alta concentración del
mismo. Los peces y mariscos contaminados alimentaron a la población durante
años sin que nadie relacionara su consumo con la incidencia de una extraña
dolencia que causaba, en mayor o menor medida, lesiones cerebrales, parálisis,
dificultad en el habla y delirios, entre otros (las imágenes de los afectados
son bastante impactantes). El saldo total consistió en más de 50000 personas
afectadas, de las cuales más de 2000 sufrieron síntomas graves y más de un centenar falleció.
Si esto es así, ¿Hay algún tipo de control?
Si, si que lo hay. El tema del
contenido en metales de los alimentos es algo que está muy regulado de forma
general. Nuestra autoridad alimentaria, la EFSA (del inglés European Food
Safety Authority), junto a la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha
estimado un rango de concentraciones máximas que pueden contener los alimentos
para ser aptos para el consumo. La legislación europea prohíbe, desde finales
de 2006, la comercialización de alimentos con un contenido de mercurio superior
a 0.50 mg/kg, pero hay toda una lista de excepciones a esta ley en las que se
permite un contenido de mercurio de hasta 1 mg/kg. Entre estas excepciones se
encuentran pescados consumidos muy habitualmente como el emperador, rape,
bonito, y hasta tres especies distintas de atún. Últimamente
la alarma social está girando en torno al atún claro, por el consumo tan
abundante de las latas de conserva alrededor de todo el mundo. Lo que hay que
dejar claro es que no es el pescado que más mercurio contiene, pero es uno de
los que más se consume.
La EFSA,
acorde con otras autoridades sanitarias y alimentarias, ha estipulado una ingesta semanal tolerable (TWI, del inglés Tolerable Weekly Intake) de metilmercurio de 1.3 µg/kg
de peso corporal. Supongamos, por ejemplo, un individuo adulto que pesa unos 80
kg; esto supone un consumo máximo de 0.104 mg de metilmercurio a la semana. El
atún blanco contiene una concentración media de mercurio de 0.334 mg/kg, siendo metilmercurio el 90% de ese porcentaje, aproximadamente. Tenemos que consumir unas 6 latas de atún para
alcanzar la cantidad tolerable ¿Os parece mucho? Pues esperad, porque podemos
seguir echando cuentas: si hemos dicho que el emperador contiene una
concentración media de 0.995 mg/kg, con un filete de unos 200 gramos estamos
ingiriendo casi el doble de la cantidad semanal tolerable.
A esto nos referíamos con que el atún en lata tiene peor fama que otra cosa, ya
que hay pescados mucho más escandalosos en cuanto a niveles de mercurio.
elheraldo.co
En general, la
exposición al mercurio de la dieta media no suele superar los valores
tolerables a la semana. Se recomienda un consumo de pescado de 1-4 veces por
semana para disfrutar de todos sus beneficios sin correr ningún tipo de riesgo,
mientras que ese intervalo se reduce a 1-2 veces por semana para especies con
un alto contenido en metilmercurio (lista detallada en las referencias). Hay que
destacar que un adulto sano puede soportar las concentraciones mínimas estipuladas
por la legislación europea y llegar a eliminar con éxito la mayor parte de este
contaminante, ya que nuestro sistema excretor es más eficiente. Pero en
determinados grupos de riesgo, como los mencionados anteriormente, esto puede
llegar a suponer un serio problema.
Con este post
no pretendemos infundir ningún miedo ni recelo hacia el consumo de pescado,
sino informaros de forma sencilla a qué tipo de contaminantes estamos expuestos
y qué efectos, directos o indirectos, pueden tener sobre nuestra salud. No
existe veneno, sino dosis. El pescado es un alimento fenomenal, rico en
proteínas, vitaminas, ácidos grasos y minerales, pero hay que consumirlo, como
todo, con conocimiento y moderación.
Esperamos que os haya resultado interesante e informativo y, ante cualquier duda, no dudéis en contactar con nosotros.
Esperamos que os haya resultado interesante e informativo y, ante cualquier duda, no dudéis en contactar con nosotros.
REFERENCIAS
- http://www.who.int/es/
- http://www.efsa.europa.eu/
- https://ec.europa.eu/food/safety/rasff_en
- http://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/?uri=celex:32006R1881
- Methylmercury in fish: A review of residue levels, fish consumption and regulatory action in the United States. Tollefson L, Cordle F. Environmental Health Perspectives 1986; 68, 203-208.
- Mercurio y metilmercurio en los productos pesqueros: Informe de revisión bibliográfica sobre los riesgos específicos del mercurio en el pescado y propuestas para la modificación de la legislación aplicable al control de este parámetro. ANFACO-CECOPESCA 2014.
- Mercurio: Evaluación de la carga de morbilidad ambiental a nivel nacional y local. Poulin J, Gibb H. Organización Mundial de la Salud, Serie Carga de Morbilidad Ambiental nº16, 2008.
- Fish intake, contaminants and human health: evaluating the risk and the benefits. Mozaffarian D, Rimm EB. JAMA 2006; 296(15): 1885-99.
- Estimation of the biological half-life of methylmercury using a population toxicokinetic model. Jo S, Woo HD, Kwon HJ, Oh SY, Park JD, Hong YS, Pyo H, Park KS, Ha M, Kim H, Sohn SJ, Kim YM, Lim JA, Lee SA, Eom SY, Kim BG, Lee KM, Lee JH, Hwang MS, Kim J. Int J Environ Res Public Health. 2015;12(8):9054-67.
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