En este nuevo post vamos a tratar uno de los temas que
generan más polémica y controversia en cuanto a alimentación se refiere. Vamos
a hablar de una familia de compuestos que ha sido tanto criticada como alabada
a lo largo de los años: los aditivos alimentarios. Describiremos qué son, cómo
se clasifican, para qué sirven y cómo y quién regula su uso. Finalmente, hablaremos de efectos adversos desmintiendo algunos falsos
rumores y acentuando aquellos que muestran
una mayor veracidad. La información existente acerca de aditivos alimentarios
en la red es prácticamente infinita, por lo que hemos tenido que seleccionar muy
cuidadosamente la información que os mostramos. Además, este tema genera y ha generado
tanto debate que muchas de las referencias científicas se contradicen y
encontrar un consenso entre todas esas opiniones no es nada fácil.
www.nationofchange.org
Más adelante, en la siguiente entrada hablaremos de aditivos alimentarios desde un punto de vista más interactivo y menos teórico. Saldremos a la calle a preguntar a los consumidores acerca de estos compuestos, la información que poseen al respecto y la opinión general respecto a su uso. Analizaremos etiquetas nutricionales reales, os enseñaremos dónde se pueden consultar los números E que aparecen en vuestros alimentos e incluso hablaremos de una aplicación o app para el móvil en la que al introducir el número E o el nombre completo del aditivo obtenemos de forma instantánea información detallada sobre los mismos, sus posibles efectos adversos y qué personas deben evitar su uso.
¡Esperamos que os guste!
¿Qué son los aditivos alimentarios?
Los aditivos
alimentarios son sustancias que se añaden a los alimentos en pequeñas
cantidades durante la producción o el procesamiento de los mismos con el
objetivo de mejorar su sabor,
textura, apariencia y/o incrementar su duración manteniendo su consistencia, salubridad
y frescura. La cantidad que se añade de cada uno de estos compuestos debe estar estrictamente regulada y dentro de la cantidad diaria aceptable.
El uso de
aditivos alimentarios se ha incrementado enormemente en las últimas décadas debido en gran parte al acelerado ritmo de vida que llevamos y a la creciente oferta
por parte de los mercados de alimentos procesados y/o precocinados con gran contenido en los mismos, tendiendo a que cada vez consumamos más por comodidad o por cuestiones temporales. Pero
realmente estos compuestos llevan entre nosotros durante siglos; es el caso del
vinagre, la sal o el azúcar empleados para conservar alimentos.
www.touregypt.net
Con la aparición de los alimentos procesados, aproximadamente en la segunda mitad del siglo XX, otros muchos aditivos han ido surgiendo tanto de origen natural como artificial y su uso ha pasado a formar parte de nuestra rutina diaria. Actualmente existen aproximadamente unos cuatro mil de estos compuestos disponibles en el mercado.
Los aditivos
alimentarios se clasifican de varias maneras. Una de ellas es según su fuente
de origen, hablando entonces de aditivos naturales o sintéticos. Los aditivos
naturales derivan de fuentes como plantas, animales y minerales. Algunos
ejemplos son la soja y el maíz, empleados para mantener la consistencia de los
alimentos, o la remolacha y el caramelo, utilizados como colorantes. Los
aditivos sintéticos, en cambio, son aquellos fabricados a partir de una o varias sustancias
químicas a través de métodos industriales. Aquí encontramos, por ejemplo, el aspartamo, empleado como edulcorante, o la eritrosina y la tartracina, utilizados como
colorantes.
Otra forma de clasificarlos es según
su función, hablando principalmente de:
- Antioxidantes: compuestos añadidos a los alimentos para retrasar su oxidación y así alargar su salubridad, palatabilidad y durabilidad. La vitamina C es un antioxidante natural mientras que el hidroxianisol butilado (BHA) es un ejemplo de antioxidante sintético.
- Colorantes: utilizados para restaurar los colores naturales que se han perdido durante el procesado de los alimentos o simplemente para darles un color más natural y atractivo. A pesar de que la mayoría no añaden ningún valor nutricional, sin el uso de colorantes muchos consumidores no comprarían o comerían ciertos alimentos. Encontramos un gran número de colorantes naturales extraídos de semillas, flores, insectos y otros alimentos. Entre los más utilizados destacan la turmerica, eritrosina o extracto de cochinilla. Dentro de los artificiales, el más conocido es la tartrazina.
- Suplementos nutricionales: restablecen valores nutricionales perdidos durante el procesamiento o almacenaje de los alimentos o simplemente enriquecen los ya existentes. Ciertas vitaminas y minerales son muy utilizados con este fin.
- Saborizantes y potenciadores del sabor: los saborizantes son sustancias que cuando se añaden a los alimentos otorgan su sabor característico. Un ejemplo de saborizantes naturales son las especias y extractos vegetales mientras que dentro de los artificiales podemos incluir los sabores artificiales a frutas. Por otro lado, los potenciadores amplifican el sabor de otra u otras sustancias presentes en los alimentos. Uno de los más conocidos, ampliamente utilizado y que genera más controversia es el glutamato monosódico o MSG (del inglés monosodium glutamate). En la cantidad adecuada, el MSG puede potenciar otros compuestos ya presentes, mejorando el sabor global de ciertos alimentos.
- Edulcorantes: empleados generalmente para evitar la ingesta calórica de azúcares conservando o incluso incrementando la sensación de dulzura. Denominadas “edulcorantes no nutritivos” o NNS (del inglés non-nutritive sweeteners), estas sustancias proporcionan una mayor dulzura y menos calorías por gramo que el azúcar de mesa o sacarosa. Un aumento en la incidencia de enfermedades como la obesidad y la diabetes junto con una mayor conciencia del consumidor ha dado lugar al uso (e incluso abuso) cada vez mayor de estos compuestos.Se emplean en una gran variedad de bebidas, productos dietéticos o fármacos, entre otros, y actualmente está aprobado el uso de seis de ellos: sacarina, aspartamo, sucralosa, neotame y acesulfamo-K.
- Conservantes: probablemente los aditivos alimentarios más conocidos. Sus objetivos son tres: preservación de las características nutricionales, preservación de la apariencia y prolongación del tiempo de almacenaje de los alimentos. Se estima que una quinta parte de los alimentos alrededor de todo el mundo se pierden debido a la acción de microorganismos. Estos compuestos ayudan a prevenir su deterioro evitando cambios químicos indeseables o la acción de ciertas bacterias, hongos y levaduras. Ejemplos de conservantes naturales son el azúcar y la miel, la sal, el alcohol o ciertos ácidos como el acético presente en el vinagre.
- Estabilizantes: compuestos que incrementan o estabilizan la textura de los alimentos impidiendo la cristalización, estabilizando emulsiones o encapsulando sabores, entre otros. Varios polisacáridos, pectinas y gelatinas como el agar son estabilizantes muy usados.
¿Cómo se regula el uso de estos compuestos?
No está permitido usar aditivos alimentarios a no ser que su seguridad haya sido evaluada por la autoridad alimentaria competente, siendo los requerimientos para esta evaluación muy estrictos y no muy diferentes a los que requieren los productos farmacológicos. Existen varias
agencias que regulan y determinan qué aditivos debe ser añadido a los alimentos
y en qué cantidades para evitar posibles efectos adversos. En la Unión Europea
tenemos la EFSA (del inglés European Food Safety Authority), en Estados
Unidos, la FDA (del inglés Food and Drug Administration) y a nivel
internacional existe un comité conjunto de expertos de la FAO (del inglés Food and Agriculture Organization) y la Organización
Mundial de la Salud llamado JECFA
(del inglés Joint Expert Committee on
Food Aditives). Su evaluación se basa en la revisión de todos los datos toxicológicos
y epidemiológicos obtenidos de humanos y modelos animales, experimentos
animales y pruebas de corta duración. A partir de estos datos se determina la cantidad diaria aceptable o ADI
(del inglés Acceptable Daily Intake)
que es la cantidad de cada compuesto que se puede consumir diariamente sin riesgo
de padecer ningún efecto adverso sobre la salud, expresada en miligramos por
kilogramo de peso y día (mg/kg peso/día). La ADI calculada se considera válida
para niños y adultos. Gracias a la estricta regulación y las pruebas
exhaustivas realizadas continuamente por estas agencias y organizaciones, los aditivos
alimentarios pueden considerarse componentes seguros de nuestra dieta.
www.efsaexpo2015.net
En la Unión
Europea, para regular todos estos aditivos e informar a los consumidores de la
naturaleza de los mismos a cada uno de ellos se les asigna un único “número E”.
En otros países fuera de la Unión simplemente se les denomina por el número, sin la letra E delante. Este número, además, agiliza la nomenclatura de compuestos con un nombre extenso aunque también es la estrategia de muchos fabricantes para disimular la presencia de ciertos
aditivos objetivo de polémicas o controversias. Por ejemplo, la tartrazina es E102 y tiene una ADI de 7.5 mg/kg de peso/día
mientras que el BHA, cuyo nombre completo es algo extenso, es E320 y tiene una
ADI de 0.5 mg/kg de peso/día.
¿Existen efectos adversos respecto a su consumo?
A pesar de que
los aditivos alimentarios no causan ningún tipo de problema a la gran mayoría, hay personas que pueden ser especialmente sensibles a alguno de
ellos. Tales efectos deben ser validados por un profesional sanitario para asegurar las restricciones dietéticas que correspondan, prestando especial atención al etiquetado de los alimentos. A continuación
analizaremos algunos ejemplos.
Existe mucha
preocupación en torno a que los aditivos alimentarios pueden generar problemas de alergia o de intolerancia
alimentaria. Sin embargo, los aditivos alimentarios rara vez han demostrado
causar una verdadera reacción alérgica (inmunológica). Colorantes como la tartrazina (E102) o la carmoisina (E122) han
producido ocasionalmente erupciones en la piel, congestión nasal o urticaria,
incluso indicios de asma. Pero la incidencia es realmente baja: 1 persona cada
10000 y en situaciones muy particulares. La ingesta excesiva y de forma
prolongada de tartrazina se ha relacionado además con una gran variedad de
efectos secundarios, incluyendo efectos genotóxicos en linfocitos humanos in vitro y neurotoxicidad y alteraciones
en el aprendizaje, memoria y comportamiento en ratas y ratones. Sin embargo,
ninguno de estos efectos ha sido validado en humanos a largo plazo y su uso,
dentro de la ADI establecida, se considera totalmente seguro. Los sulfitos (E220-228) son conservantes empleados, entre otros usos, para
controlar el crecimiento microbiano en bebidas fermentadas y han sido
ampliamente utilizados en vinos y cervezas durante siglos. Se ha reportado que en
individuos asmáticos, en ciertas ocasiones muy particulares, estos compuestos pueden desencadenar dificultad
respiratoria y tos. El MSG (E621), potenciador del sabor, se ha relacionado con dolor de
cabeza y hormigueo en varias partes del cuerpo pero, sin embargo, varios estudios no han conseguido
encontrar relación entre MSG y estas reacciones, sugiriendo cierta
susceptibilidad psicológica o que se deban a otros componentes de la comida. Algunas personas también han experimentado síntomas comparables a un ataque al corazón
cuando consumieron alimentos con grandes cantidades de MSG pero su uso ha
sido ampliamente investigado y se ha determinado que no existe ningún peligro en su consumo.
Tartrazina (odified from www.food-additive.wikispaces.com)
Sobre 1970 se
desató un gran revuelo debido al hecho de que muchos investigadores sugirieron
que los aditivos alimentarios, principalmente ciertos colorantes como la tartracina (E102), carmoisina (E122),
rojo cochinilla (E120) o el amarillo quinoleina (E104), podrían estar ligados a
problemas de hiperactividad en
niños. También que la combinación de estos colorantes con el conservante benzoato de sodio (E211) podría
desencadenar problemas del comportamiento en niños hiperactivos. En 2007 un
estudio relacionó un incremento de hiperactividad en niños con un aumento en el
consumo de benzoato de sodio pero, sin embargo, en 2008 la EFSA determinó, con la
ayuda de expertos psicólogos infantiles, pediatras y estadísticos que la
mayoría de los niños que participaron en estos estudios ya eran previamente hiperactivos
y que esos resultados no eran representativos de la población general.
Respecto a los
edulcorantes o NNS, muchos ellos no los metabolizamos y su consumo se considera
generalmente seguro. Sin embargo, siempre ha existido una preocupación
prevalente sobre esa “seguridad”. En 1994 se observó que un uso muy extensivo
de NNS (>1680 mg/día) puede conducir a un mayor riesgo de padecer cáncer de
vesícula en personas con alta predisposición hereditaria o que puede agravar el
curso de dicha enfermedad en pacientes ya diagnosticados. En un estudio en 2007
sobre el ejercicio físico en 14 hombres con diabetes tipo 2 se observó que un
desayuno continuado con aspartamo incrementaba los niveles de glucosa e
insulina hasta igualar los de un desayuno con azúcar blanca, sugiriendo que los
NNS no son adecuados para diabéticos, al contrario de lo que podría parecer al
limitar la ingesta calórica. En 2014, un artículo publicado en Nature reportó que la ingesta de NNS en
ratones durante 11 semanas condujo al desarrollo de intolerancia a la glucosa
por alteración de la microbiota intestinal. Este hecho desato las alarmas
respecto al uso de estos edulcorantes en humanos ante la posibilidad de sufrir
alteraciones metabólicas e incrementar el riesgo de padecer
diabetes y obesidad. Se necesitan más estudios al respecto y mucho más extensos
pero, de nuevo, hablamos o de cantidades desorbitadas de estos compuestos o de
estudios realizados con población muy específica. Los glicósidos de steviol, más conocidos
comercialmente como Stevia (E960)
nombre de la planta de la que se obtienen, son edulcorantes naturales que no
han reportado ningún efecto adverso hasta la fecha, incluso ha mostrado un
efecto terapéutico al disminuir los niveles de glucosa sanguínea. En modelos animales ha
demostrado, además, tener un efecto antihipertensivo. Es por ello por lo que se le
considera un sustituto muy atractivo a la glucosa. Sin embargo, sus propiedades
antidiabéticas continúan siendo inconcluyentes en la actualidad y su uso sigue siendo muy precavido.
Stevia (www.ponteensalud.net)
Dentro de
esta última familia de compuestos, el NNS aspartamo
(E951) también se ha relacionado con
una gran variedad de efectos adversos. Hay más de 160 estudios realizados al
respecto. En 2001 este colorante constituía el 80% de las reclamaciones a la
FDA acerca de aditivos alimentarios, incluyendo carcinogenicidad, dolor de
cabeza, mareos, cambios de humor, nauseas, convulsiones, dolor abdominal,
alteración de la visión, diarrea y pérdida de memoria, entre otros. Aun con
todo ello, la FDA aseguró que no existe ningún peligro en su consumo. Pero
después de eso, en 2007, un estudio con 200 individuos adultos que padecían
migrañas, aleatorizado y doble ciego con placebo demostró que los dolores de
cabeza eran más intensos y frecuentes en el grupo que recibió aspartamo.
Además, en 2011, otro estudio con 40 pacientes con depresión mostró que estos
eran especialmente sensibles al aspartamo y se recomendó evitar su uso. Con todo ello,
tanto la FDA como la EFSA aseguran que un uso responsable del mismo es inocuo,
bajo el argumento de que no existe ningún estudio científico validado que
respalde todos los anteriores, ya que se hicieron con poblaciones aisladas
especialmente susceptibles y que no refleja en absoluto a la población general.
Generalmente se ha estimado que en las situaciones en las que pueden aparecer
ciertos problemas relacionados con su consumo estos compuestos pueden exacerbar
una condición ya existente en lugar de inducir o
causar un efecto adverso per se. En
la página DOCS del blog podréis encontrar, como ejemplo, la hoja deseguridad de la EFSA sobre el aspartamo.
Toda esta
polémica podría solventarse limitando el uso de aditivos no estrictamente
necesarios. Su uso se justifica principalmente con la premisa de que los
alimentos se estropearían mucho antes y en gran parte es cierto, pero la
realidad es que de acerca de los 4000 aditivos alimentarios actualmente
utilizados, más de 3000 se emplean únicamente por cuestiones estéticas. Otra
justificación es que las cantidades de estos compuestos añadidos a los
alimentos son tan pequeñas que los hace completamente inofensivos. Bien es
cierto que no superando la ADI determinada por la autoridad competente no debe
haber ninguna clase de problema ligado a su consumo tanto a corto como a largo
plazo en la población general. Aun así, un gran número de detractores, tanto
científicos como no científicos, siguen defendiendo que el consumo continuado
de ciertos aditivos puede desembocar, a largo plazo, en algunos de los
problemas que se han detallado anteriormente.
De todo esto se puede concluir que actualmente existe un verdadero debate acerca
del abuso en el uso de aditivos alimentarios y de los posibles efectos adversos
detallados, que no debe haber ningún problema con su uso siguiendo las
indicaciones institucionales y que los estudios que demuestran efectos adversos
ligados al consumo de ciertos de estos compuestos no son representativos de la
población general o se han estudiado in vitro, no
siendo extrapolables a organismos completos. No hemos de olvidar que la ADI nos
está informando de la cantidad que podemos tomar sin peligro de un cierto
compuesto al día y que el uso continuado del mismo no debe producir ningún
efecto adverso, pero todo ello basándose en datos toxicológicos en humanos y
animales. Es decir, que no deba haber
peligro a largo plazo no significa que realmente no lo haya, sino
que no se ha estudiado o validado. Es ahí donde radica la verdadera polémica.
La realidad es que es estamos añadiendo sustancias a los alimentos que
originalmente no se encontraban en ellos y muchas veces de forma innecesaria, por meras cuestiones estéticas u organolépticas,
aunque hayan sido extensa y estrictamente evaluados.
www.clker.com
Con todo ello
queremos decir que siempre hay que tener una visión general del asunto a tratar
antes de hacer saltar la alarma y escuchar tanto la opinión de expertos independientes
como la de las agencias alimentarias que rigen la aprobación y aplicación de
estos compuestos, aunque ambas se contradigan. Defendemos un uso responsable de los aditivos alimentarios, evitando en cualquier caso el
sobreuso por parte de los fabricantes, ya sea por cuestiones estéticas o no.
Algunas veces es preferible tomar el alimento en su forma más natural, aunque
no sea tan “bonito”. Por otro lado, hablando directamente a los
consumidores, todos los aditivos que se añaden a los alimentos, sea
estrictamente necesario su uso o no,
han sido estudiados y testados de manera concienzuda por la EFSA, FDA o quien
corresponda. Si un compuesto muestra cualquier indicio de posible efecto
adverso o una mínima duda de ello antes de salir al mercado queda totalmente
descartado. Es decir, que no es nada fácil sacar al mercado un nuevo aditivo,
hay que demostrar que es inofensivo desde muchos puntos de vista y que
realmente es necesario para cualquiera de las utilidades para las que son
empleados estos compuestos. En otras palabras, que su uso está justificado. Es cierto que
es muy difícil detectar efectos adversos cuando un aditivo ya está en el
mercado por lo que son necesarias pruebas de seguridad extensivas y
periódicas. Fomentemos también, en la medida de lo posible, el consumo de
alimentos orgánicos, preferiblemente no empaquetados o procesados. Con ello
evitaremos entrar en debates y preocupaciones innecesarias sobre el uso de aditivos y
disfrutaremos de los alimentos tal y como nos los encontramos en la naturaleza.
Ante cualquier consulta u opinión
no dudéis en contactar con nosotros.
Referencias:
- www.efsa.europa.eu
- www.fda.gov
- www.fao.org/home/es/
- www.who.int/es
- www.eufic.org
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