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martes, 12 de julio de 2016

¿Sabías que... actualmente existen más de cuatro mil aditivos alimentarios diferentes? ¿Qué sabes de ellos?


En este nuevo post vamos a tratar uno de los temas que generan más polémica y controversia en cuanto a alimentación se refiere. Vamos a hablar de una familia de compuestos que ha sido tanto criticada como alabada a lo largo de los años: los aditivos alimentarios. Describiremos qué son, cómo se clasifican, para qué sirven y cómo y quién regula su uso. Finalmente, hablaremos de efectos adversos desmintiendo algunos falsos rumores y acentuando aquellos que muestran una mayor veracidad. La información existente acerca de aditivos alimentarios en la red es prácticamente infinita, por lo que hemos tenido que seleccionar muy cuidadosamente la información que os mostramos. Además, este tema genera y ha generado tanto debate que muchas de las referencias científicas se contradicen y encontrar un consenso entre todas esas opiniones no es nada fácil.

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Más adelante, en la siguiententrada hablaremos de aditivos alimentarios desde un punto de vista más interactivo y menos teórico. Saldremos a la calle a preguntar a los consumidores acerca de estos compuestos, la información que poseen al respecto y la opinión general respecto a su uso. Analizaremos etiquetas nutricionales reales, os enseñaremos dónde se pueden consultar los números E que aparecen en vuestros alimentos e incluso hablaremos de una aplicación o app para el móvil en la que al introducir el número E o el nombre completo del aditivo obtenemos de forma instantánea información detallada sobre los mismos, sus posibles efectos adversos y qué personas deben evitar su uso.

¡Esperamos que os guste!


¿Qué son los aditivos alimentarios?

Los aditivos alimentarios son sustancias que se añaden a los alimentos en pequeñas cantidades durante la producción o el procesamiento de los mismos con el objetivo de mejorar su sabor, textura, apariencia y/o incrementar su duración manteniendo su consistencia, salubridad y frescura. La cantidad que se añade de cada uno de estos compuestos debe estar estrictamente regulada y dentro de la cantidad diaria aceptable. 

El uso de aditivos alimentarios se ha incrementado enormemente en las últimas décadas debido en gran parte al acelerado ritmo de vida que llevamos y a la creciente oferta por parte de los mercados de alimentos procesados y/o precocinados con gran contenido en los mismos, tendiendo a que cada vez consumamos más por comodidad o por cuestiones temporales. Pero realmente estos compuestos llevan entre nosotros durante siglos; es el caso del vinagre, la sal o el azúcar empleados para conservar alimentos.


www.touregypt.net

Con la aparición de los alimentos procesados, aproximadamente en la segunda mitad del siglo XX, otros muchos aditivos han ido surgiendo tanto de origen natural como artificial y su uso ha pasado a formar parte de nuestra rutina diaria. Actualmente existen aproximadamente unos cuatro mil de estos compuestos disponibles en el mercado.

Los aditivos alimentarios se clasifican de varias maneras. Una de ellas es según su fuente de origen, hablando entonces de aditivos naturales o sintéticos. Los aditivos naturales derivan de fuentes como plantas, animales y minerales. Algunos ejemplos son la soja y el maíz, empleados para mantener la consistencia de los alimentos, o la remolacha y el caramelo, utilizados como colorantes. Los aditivos sintéticos, en cambio, son aquellos fabricados a partir de una o varias sustancias químicas a través de métodos industriales. Aquí encontramos, por ejemplo, el aspartamo, empleado como edulcorante, o la eritrosina y la tartracina, utilizados como colorantes.

Otra forma de clasificarlos es según su función, hablando principalmente de:

  • Antioxidantes: compuestos añadidos a los alimentos para retrasar su oxidación y así alargar su salubridad, palatabilidad y durabilidad. La vitamina C es un antioxidante natural mientras que el hidroxianisol butilado (BHA) es un ejemplo de antioxidante sintético.
  • Colorantes: utilizados para restaurar los colores naturales que se han perdido durante el procesado de los alimentos o simplemente para darles un color más natural y atractivo. A pesar de que la mayoría no añaden ningún valor nutricional, sin el uso de colorantes muchos consumidores no comprarían o comerían ciertos alimentos. Encontramos un gran número de colorantes naturales extraídos de semillas, flores, insectos y otros alimentos. Entre los más utilizados destacan la turmerica, eritrosina o extracto de cochinilla. Dentro de los artificiales, el más conocido es la tartrazina.
  • Suplementos nutricionales: restablecen valores nutricionales perdidos durante el procesamiento o almacenaje de los alimentos o simplemente enriquecen los ya existentes. Ciertas vitaminas y minerales son muy utilizados con este fin.
  • Saborizantes y potenciadores del sabor: los saborizantes son sustancias que cuando se añaden a los alimentos otorgan su sabor característico. Un ejemplo de saborizantes naturales son las especias y extractos vegetales mientras que dentro de los artificiales podemos incluir los sabores artificiales a frutas. Por otro lado, los potenciadores amplifican el sabor de otra u otras sustancias presentes en los alimentos. Uno de los más conocidos, ampliamente utilizado y que genera más controversia es el glutamato monosódico o MSG (del inglés monosodium glutamate). En la cantidad adecuada, el MSG puede potenciar otros compuestos ya presentes, mejorando el sabor global de ciertos alimentos.
  • Edulcorantes: empleados generalmente para evitar la ingesta calórica de azúcares conservando o incluso incrementando la sensación de dulzura. Denominadas “edulcorantes no nutritivos” o NNS (del inglés non-nutritive sweeteners), estas sustancias proporcionan una mayor dulzura y menos calorías por gramo que el azúcar de mesa o sacarosa. Un aumento en la incidencia de enfermedades como la obesidad y la diabetes junto con una mayor conciencia del consumidor ha dado lugar al uso (e incluso abuso) cada vez mayor de estos compuestos.Se emplean en una gran variedad de bebidas, productos dietéticos o fármacos, entre otros, y actualmente está aprobado el uso de seis de ellos: sacarina, aspartamo, sucralosa, neotame y acesulfamo-K
  • Conservantes: probablemente los aditivos alimentarios más conocidos. Sus objetivos son tres: preservación de las características nutricionales, preservación de la apariencia y prolongación del tiempo de almacenaje de los alimentos. Se estima que una quinta parte de los alimentos alrededor de todo el mundo se pierden debido a la acción de microorganismos. Estos compuestos ayudan a prevenir su deterioro evitando cambios químicos indeseables o la acción de ciertas bacterias, hongos y levaduras. Ejemplos de conservantes naturales son el azúcar y la miel, la sal, el alcohol o ciertos ácidos como el acético presente en el vinagre.
  • Estabilizantes: compuestos que incrementan o estabilizan la textura de los alimentos impidiendo la cristalización, estabilizando emulsiones o encapsulando sabores, entre otros. Varios polisacáridos, pectinas y gelatinas como el agar son estabilizantes muy usados.


¿Cómo se regula el uso de estos compuestos?

No está permitido usar aditivos alimentarios a no ser que su seguridad haya sido evaluada por la autoridad alimentaria competente, siendo los requerimientos para esta evaluación muy estrictos y no muy diferentes a los que requieren los productos farmacológicos. Existen varias agencias que regulan y determinan qué aditivos debe ser añadido a los alimentos y en qué cantidades para evitar posibles efectos adversos. En la Unión Europea tenemos la EFSA (del inglés European Food Safety Authority), en Estados Unidos, la FDA (del inglés Food and Drug Administration) y a nivel internacional existe un comité conjunto de expertos de la FAO (del inglés Food and Agriculture Organization) y la Organización Mundial de la Salud llamado JECFA (del inglés Joint Expert Committee on Food Aditives). Su evaluación se basa en la revisión de todos los datos toxicológicos y epidemiológicos obtenidos de humanos y modelos animales, experimentos animales y pruebas de corta duración. A partir de estos datos se determina la cantidad diaria aceptable o ADI (del inglés Acceptable Daily Intake) que es la cantidad de cada compuesto que se puede consumir diariamente sin riesgo de padecer ningún efecto adverso sobre la salud, expresada en miligramos por kilogramo de peso y día (mg/kg peso/día). La ADI calculada se considera válida para niños y adultos. Gracias a la estricta regulación y las pruebas exhaustivas realizadas continuamente por estas agencias y organizaciones, los aditivos alimentarios pueden considerarse componentes seguros de nuestra dieta.


www.efsaexpo2015.net


En la Unión Europea, para regular todos estos aditivos e informar a los consumidores de la naturaleza de los mismos a cada uno de ellos se les asigna un único “número E”. En otros países fuera de la Unión simplemente se les denomina por el número, sin la letra E delante. Este número, además, agiliza la nomenclatura de compuestos con un nombre extenso aunque también es la estrategia de muchos fabricantes para disimular la presencia de ciertos aditivos objetivo de polémicas o controversias. Por ejemplo, la tartrazina es E102 y tiene una ADI de 7.5 mg/kg de peso/día mientras que el BHA, cuyo nombre completo es algo extenso, es E320 y tiene una ADI de 0.5 mg/kg de peso/día.


¿Existen efectos adversos respecto a su consumo?

A pesar de que los aditivos alimentarios no causan ningún tipo de problema a la gran mayoría, hay personas que pueden ser especialmente sensibles a alguno de ellos. Tales efectos deben ser validados por un profesional sanitario para asegurar las restricciones dietéticas que correspondan, prestando especial atención al etiquetado de los alimentos. A continuación analizaremos algunos ejemplos.

Existe mucha preocupación en torno a que los aditivos alimentarios pueden generar problemas de alergia o de intolerancia alimentaria. Sin embargo, los aditivos alimentarios rara vez han demostrado causar una verdadera reacción alérgica (inmunológica). Colorantes como la tartrazina  (E102) o la carmoisina (E122) han producido ocasionalmente erupciones en la piel, congestión nasal o urticaria, incluso indicios de asma. Pero la incidencia es realmente baja: 1 persona cada 10000 y en situaciones muy particulares. La ingesta excesiva y de forma prolongada de tartrazina se ha relacionado además con una gran variedad de efectos secundarios, incluyendo efectos genotóxicos en linfocitos humanos in vitro y neurotoxicidad y alteraciones en el aprendizaje, memoria y comportamiento en ratas y ratones. Sin embargo, ninguno de estos efectos ha sido validado en humanos a largo plazo y su uso, dentro de la ADI establecida, se considera totalmente seguro. Los sulfitos (E220-228) son conservantes empleados, entre otros usos, para controlar el crecimiento microbiano en bebidas fermentadas y han sido ampliamente utilizados en vinos y cervezas durante siglos. Se ha reportado que en individuos asmáticos, en ciertas ocasiones muy particulares, estos compuestos pueden desencadenar dificultad respiratoria y tos. El MSG (E621), potenciador del sabor, se ha relacionado con dolor de cabeza y hormigueo en varias partes del cuerpo pero, sin embargo, varios estudios no han conseguido encontrar relación entre MSG y estas reacciones, sugiriendo cierta susceptibilidad psicológica o que se deban a otros componentes de la comida. Algunas personas también han experimentado síntomas comparables a un ataque al corazón cuando consumieron alimentos con grandes cantidades de MSG pero su uso ha sido ampliamente investigado y se ha determinado que no existe ningún peligro en su consumo. 



Tartrazina (odified from www.food-additive.wikispaces.com)


Sobre 1970 se desató un gran revuelo debido al hecho de que muchos investigadores sugirieron que los aditivos alimentarios, principalmente ciertos colorantes como la tartracina (E102), carmoisina (E122), rojo cochinilla (E120) o el amarillo quinoleina (E104), podrían estar ligados a problemas de hiperactividad en niños. También que la combinación de estos colorantes con el conservante benzoato de sodio (E211) podría desencadenar problemas del comportamiento en niños hiperactivos. En 2007 un estudio relacionó un incremento de hiperactividad en niños con un aumento en el consumo de benzoato de sodio pero, sin embargo, en 2008 la EFSA determinó, con la ayuda de expertos psicólogos infantiles, pediatras y estadísticos que la mayoría de los niños que participaron en estos estudios ya eran previamente hiperactivos y que esos resultados no eran representativos de la población general.

Respecto a los edulcorantes o NNS, muchos ellos no los metabolizamos y su consumo se considera generalmente seguro. Sin embargo, siempre ha existido una preocupación prevalente sobre esa “seguridad”. En 1994 se observó que un uso muy extensivo de NNS (>1680 mg/día) puede conducir a un mayor riesgo de padecer cáncer de vesícula en personas con alta predisposición hereditaria o que puede agravar el curso de dicha enfermedad en pacientes ya diagnosticados. En un estudio en 2007 sobre el ejercicio físico en 14 hombres con diabetes tipo 2 se observó que un desayuno continuado con aspartamo incrementaba los niveles de glucosa e insulina hasta igualar los de un desayuno con azúcar blanca, sugiriendo que los NNS no son adecuados para diabéticos, al contrario de lo que podría parecer al limitar la ingesta calórica. En 2014, un artículo publicado en Nature reportó que la ingesta de NNS en ratones durante 11 semanas condujo al desarrollo de intolerancia a la glucosa por alteración de la microbiota intestinal. Este hecho desato las alarmas respecto al uso de estos edulcorantes en humanos ante la posibilidad de sufrir alteraciones metabólicas e incrementar el riesgo de padecer diabetes y obesidad. Se necesitan más estudios al respecto y mucho más extensos pero, de nuevo, hablamos o de cantidades desorbitadas de estos compuestos o de estudios realizados con población muy específica. Los glicósidos de steviol, más conocidos comercialmente como Stevia (E960) nombre de la planta de la que se obtienen, son edulcorantes naturales que no han reportado ningún efecto adverso hasta la fecha, incluso ha mostrado un efecto terapéutico al disminuir los niveles de glucosa sanguínea. En modelos animales ha demostrado, además, tener un efecto antihipertensivo. Es por ello por lo que se le considera un sustituto muy atractivo a la glucosa. Sin embargo, sus propiedades antidiabéticas continúan siendo inconcluyentes en la actualidad y su uso sigue siendo muy precavido.


Stevia (www.ponteensalud.net)


Dentro de esta última familia de compuestos, el NNS aspartamo (E951) también se ha relacionado con una gran variedad de efectos adversos. Hay más de 160 estudios realizados al respecto. En 2001 este colorante constituía el 80% de las reclamaciones a la FDA acerca de aditivos alimentarios, incluyendo carcinogenicidad, dolor de cabeza, mareos, cambios de humor, nauseas, convulsiones, dolor abdominal, alteración de la visión, diarrea y pérdida de memoria, entre otros. Aun con todo ello, la FDA aseguró que no existe ningún peligro en su consumo. Pero después de eso, en 2007, un estudio con 200 individuos adultos que padecían migrañas, aleatorizado y doble ciego con placebo demostró que los dolores de cabeza eran más intensos y frecuentes en el grupo que recibió aspartamo. Además, en 2011, otro estudio con 40 pacientes con depresión mostró que estos eran especialmente sensibles al aspartamo y se recomendó evitar su uso. Con todo ello, tanto la FDA como la EFSA aseguran que un uso responsable del mismo es inocuo, bajo el argumento de que no existe ningún estudio científico validado que respalde todos los anteriores, ya que se hicieron con poblaciones aisladas especialmente susceptibles y que no refleja en absoluto a la población general. Generalmente se ha estimado que en las situaciones en las que pueden aparecer ciertos problemas relacionados con su consumo estos compuestos pueden exacerbar una condición ya existente en lugar de inducir o causar un efecto adverso per se. En la página DOCS del blog podréis encontrar, como ejemplo, la hoja deseguridad de la EFSA sobre el aspartamo.

Aspartamo (www.docplayer.net)

Toda esta polémica podría solventarse limitando el uso de aditivos no estrictamente necesarios. Su uso se justifica principalmente con la premisa de que los alimentos se estropearían mucho antes y en gran parte es cierto, pero la realidad es que de acerca de los 4000 aditivos alimentarios actualmente utilizados, más de 3000 se emplean únicamente por cuestiones estéticas. Otra justificación es que las cantidades de estos compuestos añadidos a los alimentos son tan pequeñas que los hace completamente inofensivos. Bien es cierto que no superando la ADI determinada por la autoridad competente no debe haber ninguna clase de problema ligado a su consumo tanto a corto como a largo plazo en la población general. Aun así, un gran número de detractores, tanto científicos como no científicos, siguen defendiendo que el consumo continuado de ciertos aditivos puede desembocar, a largo plazo, en algunos de los problemas que se han detallado anteriormente. 


De todo esto se puede concluir que actualmente existe un verdadero debate acerca del abuso en el uso de aditivos alimentarios y de los posibles efectos adversos detallados, que no debe haber ningún problema con su uso siguiendo las indicaciones institucionales y que los estudios que demuestran efectos adversos ligados al consumo de ciertos de estos compuestos no son representativos de la población general o se han estudiado in vitro, no siendo extrapolables a organismos completos. No hemos de olvidar que la ADI nos está informando de la cantidad que podemos tomar sin peligro de un cierto compuesto al día y que el uso continuado del mismo no debe producir ningún efecto adverso, pero todo ello basándose en datos toxicológicos en humanos y animales. Es decir, que no deba haber peligro a largo plazo no significa que realmente no lo haya, sino que no se ha estudiado o validado. Es ahí donde radica la verdadera polémica. La realidad es que es estamos añadiendo sustancias a los alimentos que originalmente no se encontraban en ellos y muchas veces de forma innecesaria, por meras cuestiones estéticas u organolépticas, aunque hayan sido extensa y estrictamente evaluados.

www.clker.com


Con todo ello queremos decir que siempre hay que tener una visión general del asunto a tratar antes de hacer saltar la alarma y escuchar tanto la opinión de expertos independientes como la de las agencias alimentarias que rigen la aprobación y aplicación de estos compuestos, aunque ambas se contradigan. Defendemos un uso responsable de los aditivos alimentarios, evitando en cualquier caso el sobreuso por parte de los fabricantes, ya sea por cuestiones estéticas o no. Algunas veces es preferible tomar el alimento en su forma más natural, aunque no sea tan “bonito”. Por otro lado, hablando directamente a los consumidores, todos los aditivos que se añaden a los alimentos, sea estrictamente necesario su uso o no, han sido estudiados y testados de manera concienzuda por la EFSA, FDA o quien corresponda. Si un compuesto muestra cualquier indicio de posible efecto adverso o una mínima duda de ello antes de salir al mercado queda totalmente descartado. Es decir, que no es nada fácil sacar al mercado un nuevo aditivo, hay que demostrar que es inofensivo desde muchos puntos de vista y que realmente es necesario para cualquiera de las utilidades para las que son empleados estos compuestos. En otras palabras, que su uso está justificado. Es cierto que es muy difícil detectar efectos adversos cuando un aditivo ya está en el mercado por lo que son necesarias pruebas de seguridad extensivas y periódicas. Fomentemos también, en la medida de lo posible, el consumo de alimentos orgánicos, preferiblemente no empaquetados o procesados. Con ello evitaremos entrar en debates y preocupaciones innecesarias sobre el uso de aditivos y disfrutaremos de los alimentos tal y como nos los encontramos en la naturaleza.


Ante cualquier consulta u opinión no dudéis en contactar con nosotros.


Referencias:
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  2. www.fda.gov
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  4. www.who.int/es
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